Sangre dulce.
Dulce miraba a Juan Cruz de lejos como siempre. A pesar de los años él seguía pareciéndole el hombre más hermoso del planeta. Él era un sueño hecho realidad y sin duda sería un excelente amante como muchas mujeres decían.
—Es insaciable y cuando toma tú sangre…—escuchó decir a una rubia.
Pasó la lengua por sus labios como si así pudiera sentir el sabor de su sangre. Para los vampiros beber sangre de su amante constituía un hecho intimo y sensual. Algo que merecía la pena vivir a lo largo de la inmortalidad. Pero sabía que un hombre como él jamás se fijaría en ella. Por empezar era demasiado bajita lo cual no debía ser muy atrayente para el sexo opuesto. Su cabello y sus ojos eran negros como la noche que abrigaba a su raza.
Cansada de oír las hazañas sexuales de Juan Cruz salió al jardín y se sentó en una hamaca blanca para mecerse suavemente. Era una noche hermosa en que las familias disfrutaban de la reunión anual. Se podría decir que era La reunión anual de vampiros. Dulce tuvo un ataque de risa en ese momento ya que le gustaba mucho bromear sobre lo civilizados que eran los vampiros. Los humanos los consideraban monstruos míticos aunque los vampiros ni siquiera se acercaban a ellos. Humanos y vampiros no cruzaban sus caminos. Los primeros por miedo y los segundos por considerarlos una amenaza a su raza.
—Hermosa sonrisa —dijo una voz masculina detrás de ella.
Dulce se levantó y cuando lo vio su corazón pareció detenerse. Admirarlo desde lejos le daba seguridad pero ahora frente a ella quería desaparecer .Había sido muy cuidadosa de no estar con él a solas en las reuniones ni en otros lugares.
—Hola pequeña —dijo él acercándose a ella peligrosamente.
—Hola Juan Cruz
—¿Qué haces aquí tan sola? —preguntó él con una sonrisa letal.
—La noche es preciosa y no pude resistirme pero ya debo regresar —dijo rodeando la hamaca para irse.
Pero él no iba a dejarla marchar. Muchos años tuvo que contenerse para no hacerla suya ya que apenas era una niña hablando en años vampíricos por supuesto.
—No pequeña —dijo acariciando su mejilla—.Esta vez no te vas a escapar de mi.
—Yo no me escapó de ti —protestó ella en sus brazos.
—Hace años vienes escapando de mí pero se termino el juego. Eres mía pequeña —susurró él en su cuello y la besó.
No sabía cómo pero estaban sentados en la hamaca. En realidad él estaba sentado y ella en sus piernas. Los besos de él eran aterradoramente suaves y tiernos. Sus manos vagaban buscando caricias y ella acarició su cabello negro. Un ruido proveniente de la fiesta hizo que se separarán y ella quiso aprovechar para huir.
—Ah no —dijo abrazándola—.De mi no te escapas. Nos vamos de aquí ahora mismo.
—No puedo yo…—dijo buscando una excusa.
—Te lo vuelvo a repetir. Eres mía.
Dulce creía estar soñando como muchas veces lo había hecho y mientras los hermosos ojos azules de él la miraban llenos de deseo decidió que no le importaba. Quería continuar en sus brazos aspirando el aroma de él. La abrazó y muy bajito pronunció las palabras.
—Esta noche voy a comprobar si tu sangre hace honor al nombre que tienes. Vamos —dijo sacándola de la fiesta.
—Pero mis padres…
—No te preocupes por ellos. Saben que vienes conmigo.
Ella lo miró queriendo preguntarle muchas cosas pero las palabras la abandonaron. Una hora después llegaban a la casa de Juan Cruz que era como él. Muy elegante y con un halo de misterio. Italia era un buen lugar para los vampiros y en especial Florencia donde él se sentía seguro. No hubo preámbulos ni vacilación. La llevo directo a su cama.
Al entrar una inmensa cama con dosel la recibió pero nada era comparado con el cuadro de ella que se encontraba en la pared. Ella busco su mirada y él sonrió.
—Si eres tú Dulce —dijo el suspirando a su lado—.Verás ¿Cómo puedo explicarte? —dijo él y se movió tan rápido que ella no tuvo tiempo de reaccionar.
La cama verdaderamente suave recibió su cuerpo mientras Juan Cruz se acomodaba sobre ella.
—¿Por qué tienes un cuadro mío? —preguntó sin aliento.
—Creo que es muy obvio. Estoy enamorado de ti pequeña. Te amo.
—Tú no puedes estar enamorado de mí —dijo negando con la cabeza.
—Shh deja que te lo demuestre.
Ella flotaba en una fantasía porque de seguro estaba dormida y soñando .Pero las inquietas manos de él la convencieron de que aquello era real. Se relajó en sus brazos y comenzó el dulce tormento.Esas mujeres tenían razón. Juan Cruz era una excelente amante y cada vez que se movía en ella el mundo desaparecía. Completamente cegada por la pasión lo mordió.
—Dios mío —dijo él llegando al clímax con ella.
—Juan Cruz…—gritó ella cuando el también la mordió.
El ascenso al paraíso duro tanto tiempo que ambos temblaban aún sin poder hablar. La retuvo en sus brazos disfrutando de su calidez.
—Tú sangre es dulce.Es miel pura —dijo bromeando—.Eres mía dilo —dijo serio.
—Arrogante —dijo ella acariciando su pecho—.Soy tuya.
—Y además me amas —declaró divertido.
—Te amo desde hace tanto tiempo —confesó ella.
—Esperé por ti durante diez años. No puedo creer que estés aquí conmigo.Te amo Dulce.
—Te amo Juan Cruz —dijo tímidamente.
Dulce se subió a su cintura para perderse de nuevo en su cuerpo y en su alma. Hicieron el amor muy despacio hasta que el sueño los reclamó.Juan Cruz la acercó a su cuerpo de forma protectora. Cuando despertará se pondría de rodillas, le entregaría el anillo que compró tiempo atrás y le rogaría que fuera su esposa. Cerró los ojos sonriendo al tener a la mujer que amaba en sus brazos por toda la eternidad.
Muchas gracias Dulce por publicar mi relato.Espero que te gustará mi reina tkm siempre siempre besos
ResponderEliminar