Narrador: http://aleertoca.blogspot.com/
El buen invitado
-El siempre oscuro espacio exterior es un curioso destino turístico, si eres un vampiro -murmuré con sorna, mientras inspeccionaba el alijo de inmaculados diarios, con sus correspondientes plumas y tinteros a juego-. Te lo digo en serio: no es que no me sienta honrado, es que es raro hasta para tratar de explicarlo.
Mi carcelero me observó con tranquilidad, haciendo gala de su eterna paciencia no humana. Por suerte para mí, había mudado de aspecto, y ahora siempre se presentaba disfrazado de terrícola; emperifollado sólo para satisfacer mi rango y mis costumbres.
-He vivido por más de 300 años y he llegado a ser Rey entre los míos -le expliqué, tratando de entablar un tema de conversación placentero para ambos; pero más para mí-. He bebido la sangre de éste y de aquél; he estado aquí y allá; y he querido esto, y tenido aquello -le miré de soslayo, él ni parpadeó-. Ante mí se han arrodillado los monarcas más ambiciosos, y no han sido pocos los líderes que han venido pidiéndome consejo. Créeme si te digo que he sido muy importante y envidiado.
Mi carcelero suspiró -mecánica pero dramáticamente-, porque sabía que gustaba de acompañar mis discursos con amagos de infarto ajenos y vítores enfebrecidos; dada la situación, ese pequeño gesto era lo máximo que podía esperar de él. Sonreí complacido. Agradecí su comprensión; casi más que la vez que me sorprendió con un festín de sangre real servido en copas de oro.
-Odio este ojo de buey -me quejé con amargura, señalando a la ventana circular de la pared metalizada-. Sólo se ven estrellas y más estrellas. Durante siglos, mi gente ha ignorado esas lucecitas parpadeantes y ha seguido con su muerte en vida sin inmutarse; disfrutando de los placeres otorgados a nuestra raza, sin importarle un bledo los bichos que pudiera andar observándonos desde ahí arriba…No te ofendas.
-No me ofendo -convino mi carcelero-. Pero necesitamos que termine su Bitácora antes de desembarcar. Mi Señor nunca antes había mostrado tanto interés por un espécimen; anda loco por ver a “la bestia" que razona y que se alimenta de sus congéneres; un demonio que se camufla y se comporta con grandilocuencia, y que ha vivido lo suficiente para sobrevivir a la extinción de su luna y de su sol.”
-Tu Señor tiene suerte de contar conmigo -asentí con petulancia, y me dispuse a redactar una pequeña misiva en forma de saludo-. Créeme que yo también la tengo. ¡Secuestrado por alienígenas en el ocaso de nuestra era!. ¡Ja!, ¿quién me lo iba a decir?. ¡Yo, un vampiro murciano venido a más que acaba surcando el espacio sideral montado en un platillo volante!. Ver para creer.
Firmé antes de enrollar el pergamino y dejar que mi Carcelero lo recogiera y se lo guardara. Me sorprendí al verle tomar la palabra:
Firmé antes de enrollar el pergamino y dejar que mi Carcelero lo recogiera y se lo guardara. Me sorprendí al verle tomar la palabra:
-Nuestras instalaciones son las mejores en las Doce Estrellas, ya lo verá -recitó el alienígena, cómo quién explica el contenido de un folleto publicitario-. Hemos estado criando todo tipo de especies oriundas de su planeta natal para poder ofrecerle un menú variado durante todos los días del año; incluso me atrevería a decir que disponemos de seres humanos suficientes cómo para que pueda seleccionarlos personalmente, degustándolos conforme a su raza y características físicas.
Asentí para mostrar conformidad. Le invité a seguir hablando y explicando.
-Será la estrella del Zoo -chilló con fingido falset -. Todo el mundo querrá ver al famosísimo Rey Vampiro, venido desde el lejano planeta tierra; todos querrán saber cómo logramos darle caza y cómo fue que aniquilamos a toda su Corte y Cuerpo de Seguridad; cómo luego envenenamos sus reservas de sangre y le perseguimos sin descanso hasta que se rindió sin oponer resistencia; y cómo le robamos la libertad y le condenamos a vivir eternamente en un planeta alienígena salvaje y extraño.
Me miró y torció el gesto: tratando de formar una sonrisa en su cara de pega. Por un momento, vi a la criatura que se escondía bajo esa capa de piel humana y perfecto traje de etiqueta. Me estremecí, sabiéndome impotente y enjaulado.
-Créame si le digo que va a ser genial.
FIN
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