Narrador: http://aleertoca.blogspot.com/
Una
-Nunca des de beber tu sangre a un humano; es de mal gusto -puntualizo despistada, atusándome un rizo del cabello y recolocándome las siliconas-. Una fue criada cuál criatura exótica y extraña, rodeada de oropel y decadencia. Protegida y mimada en exceso; cómo si me fuera a romper en mil pedazos al comprender que el mundo es cruel y violento -digo de mí misma en tercera persona, mientras resoplo con estilo-. Creo que mis padres nunca quisieron cuidar de su hija, así que se limitaron a delegarlo en los criados…
Mi biógrafo asiente, servicialmente. Procede a anotarlo todo en su minúscula libretita. Aguardo. Me aburro. ¡Lentorro!. Me miro las uñas: perfectas. A Una le gusta ir cuca hasta cuando está a punto de darle muerte al chulazo que tiene por Cazador. Lo busco entre la mesas y lo repaso con lascivia, tan descaradamente que apelo a su masculinidad.
Creo que acaba de ver a la mujer que esconde el monstruo, ¡al fin!. Se ruboriza y excita a la par, mientras se revuelve incómodo en el pequeño sofá de cuero, asiendo su copa cómo si fuera un escudo. Me rio coquetamente y dejo que mi hechizo haga efecto. Él prevé mis intenciones y se endereza toscamente, recuperando toda su hombría de forma admirable.
¡Oh, pero qué buen Cazador es, sin duda! ¡Que bien educado! ¡Que control mental!.¡Qué culo!. Me encapricho con saborear su sangre. El berrinche podría llegar a ser mucho peor que cuando me empeciné con ser una estrella mediática. Y eso que he de confesar que la fama y el glamour lo son todo para mí. Me encanta que me adulen, adoren y deseen; y a veces hasta dejo que mueran para saciar mi apetito.
Me vuelvo a carcajear con deleite, divertida ante mis ocurrencias. El cristal de la copa de champán tiembla sutilmente; a punto está de quebrarse. Sí algún perro hubiera estado presente en el hall del restaurant, seguramente le habría reventado los tímpanos. Sutil pero letal, así es mi risa; así soy yo. Mi escote está a punto de ceder bajo la presión de mis tetas vampíricas, y yo estoy tan embelesada admirando a ese guapísimo Cazador vestido como un magnífico Representante de la Ley que ya no sé si dejarlo o recogerlo; el escote, digo.
Oye, vale que soy una vampiresa con más de doscientos años de edad -muy bien llevados, por cierto-, pero sigo siendo mujer, así que no sé porqué todo el mundo se extraña cuando digo que me encantan los uniformes de finales de siglo. Eso, y la laca, son mi perdición. Anótalo; que no se te olvide. De pronto, caigo en la cuenta de que debo atender a mis obligaciones de famosa, y que no estoy sola.
Oye, vale que soy una vampiresa con más de doscientos años de edad -muy bien llevados, por cierto-, pero sigo siendo mujer, así que no sé porqué todo el mundo se extraña cuando digo que me encantan los uniformes de finales de siglo. Eso, y la laca, son mi perdición. Anótalo; que no se te olvide. De pronto, caigo en la cuenta de que debo atender a mis obligaciones de famosa, y que no estoy sola.
Con un gesto que delata sorpresa y pretende transmitir interés y atención, salgo de mi ensueño y miro a mi acompañante. El pobre calvo que tengo por escritor ha estado parloteando tontamente durante todo ese tiempo, revisando sus notas y sugiriendo formas de embellecer el texto. Cuidado, Calvo, no te metas con mi estilo, o te reventaré la vena cava de un mordisco y morirás desangrado antes de que lleguen los servicios médicos.
¡Hummm!. Escribas a mí. ¡ja! Pero, ¡Oh, sorpresa!. Con la tontería de planear la muerte de mi mejor empleado se me ha olvidado prestar atención al cazador, ¡y ya se está acercando a la mesa! ¡Rápido, recupera tu halo de seducción, Una! Destila tus mejores galas. Ya sabes: Dignidad. Feminidad. Morritos. Pestañeo.
-Señorita, es usted fantástica. Si me permite el atrevimiento, -me dice acercándose, inclinándose levemente; dejándome ver parte de su torso tonificado y la cruz de oro que adorna su cuello-, me gustaría que me firmara un autógrafo.
-Yo te firmo lo que tu quieras, encanto -le suelto, presa de una excitación más típica de una colegiala que de una asesina sanguinaria, y le garabateo un número de teléfono-. Me encanta cuidar bien de mis fans.
Le miro. Me mira. Noto un bulto en su pantalón y sé que es una estaca de madera. Saco mis mejores armas: las gemelas que adornan mi pecho. Las agitó cómo campanillas; sutil encanto de serpiente cascabel. El macho queda hipnotizado, irremediablemente. ¡Hombres!. Pueden olvidarse hasta de que he masacrado a toda su familia con tal de conseguir un poco de placer físico. Aunque, bien pensado, ¿no es lo que Una hace cuando sale de caza?.
Me levanto, sacando pecho y me marcho sin despedirme. Los dos caballeros parecen perplejos ante el repentino cambio de planes. Me retiro el cabello y recupero mi minúsculo móvil del bolsito de diseño.
El Cazador se vuelve hacia mí y me lanza una mirada de cachorro abandonado. ¡Oh, pobre criatura!.
-Nunca bebas sangre en público; es de mal gusto -me recuerdo a mí misma. Es tu día de suerte, Cazador. No esperes que mañana sea mejor.
FIN
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