Acabáis de entrar en Villa Vampiro, un lugar oscuro y peligroso, donde podréis descargaros películas y series vampíricas.

Dejáros sumergir en este mundo sangriento, dónde hayaréis una gran variedad de imágenes de estos seres tan intrigantes, que no os dejarán indiferentes.

Deleitáros también con los espectaculares relatos basados principalmente en estos seres, que aquí encontraréis. No podéis perder la oportunidad de hincarles el diente a estas historias que os producirá un sublime escalofrío.

Llevad cuidado en estas tierras malditas y evitar caminar por aqui cuando la noche haya caido y un manto oscuro cubra el cielo, por que os podréis encontrar con un abanico de blogs vampíricos que os pueden engatusar.

En definitiva, os aviso que, una vez que entréis en este blog nacido de las tinieblas donde la sangre es un rico manjar, acabaréis enganchados al mismo y todos los días sentiréis la necesidad de venir nuevamente por estos lares para dejaros seducir por l@s vampir@s que aquí habitan... ¿Te atreverás a conocerl@s?, si es así, adelante... "Villa Vampiro" os invita a que profanéis sus tierras... ¡Sean Bienvenidos!

P.D: Queridos Colmilleros, si conocéis de algún otro blog vampirico, alguna otra película o serie que no aparezca en VILLA VAMPIRO, o cualquier otra cosa relacionado con estos seres y que creáis que debería aparecer aquí, hacer el favor de decírmelo. Gracias
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jueves, 13 de octubre de 2011

RELATOS VAMPÍRICOS III

D.C. López
Adiós Sol


Realmente adoraba sentir cómo los rayos del sol calentaban su piel, su rostro, sus cabellos, toda ella en conjunto.

Era una delicia y una gran tentación el dejarse acariciar por el brillante astro que en esos momentos reinaba en el cielo.

En esas fechas hacía muy buena temperatura, lo justo para pasar un rato agradable. No hacía ni frío, ni excesivo calor, simplemente era perfecto.

A Julia le encantaba la primavera, era su estación del año preferida. Por eso, todas las tardes salía al jardín a regodearse de bellas y perfumadas flores, de todos los colores y tamaños.

Cada vez que el reloj marcaba las seis de la tarde, Julia salía a reunirse con la madre naturaleza y así pasaba lo que quedaba de día; con su delicado y enfermizo cuerpo tumbado sobre la hierba.

Nada más sentir el fresco césped bajo sus espaldas, Julia cerraba los ojos y alzaba la barbilla para absorver todo cuanto pudiera tomar del astro rey.

A veces se llevaba consigo el mp3 y escuchaba música relajante y otras veces se llevaba algún libro interesante. Se quedaba leyéndolo hasta que caía la noche y comenzaba a refrescar.

Y ahora más que nunca tenía la urgente necesidad de aprovechar al máximo los rayos del sol, por que su tiempo se agotaba y ya nunca más volvería a ver la luz del día...

La joven muchacha hizo un ligero movimiento de cabeza, intentando apartar esos pensamientos de su mente, no quería recordar los motivos que la llevaron a tomar esa drástica solución... pero no había otra. Tendría que conformarse con lo que el destino había preparado para ella.

Suspiró con cansancio, agotada y exhausta por el simple hecho de vivir. Incluso respirar era un gran esfuerzo para ella.

En las últimas semanas su salud había decaído en picado y los médicos no le daban mucho más tiempo de vida, a lo sumo otras pocas semanas más.

Su padre había intentado ayudarla con todo lo que tenía a su alcance para poder ponerle remedio a su mal, pero no era suficiente.

Ya había ocurrido lo mismo pocos años atrás, cuando el cáncer de sangre se llevó la vida de su madre.

Y ahora la Leucemia venia a por ella.

Hacía un par de semanas que había solicitado en el hospital el alta voluntaria, Julia estaba cansada de tantos médicos y pruebas. Y la quimioterapia apenas le había ayudado en algo.

Pero ya estaba harta de todo eso, de permanecer encerrada entre esas grises paredes, lo que ella realmente quería era salir al exterior y disfrutar de la primavera.

Y ahora ella se encontraba en el jardín de su casa, acompañada tan sólo de un viejo libro de poemas. Pero los párpados estaban obstinados en mantenerse cerrados, le costaba horrores que eso no sucediera. Así que, con resignación decidió que ya era hora de volver a casa y descansar un rato.

Se despidió del sol y de la luz del día. Hoy iba a ser el última vez que disfrutaría de su cálido toque.

Sin demora alguna, obligó a sus débiles piernas a que se pusieran en funcionamiento y se dirigieran hacía la vivienda.

Diez larguísimos minutos después estaba en su habitación, tumbada en su lecho.

Mientras estaba recostada en la cómoda cama de su dormitorio, Julia rememoró en su mente el momento exacto en el que se encontró con Daniel. El apuesto y simpático celador que trabajaba en el turno nocturno.

El muchacho que no aparentaba más de diecinueve años, era de constitución delgada y alto. A ella le sacaba por lo menos un par de palmos. Y no era por que Daniel fuera demasiado alto, no, más bien la razón era por que ella era menuda. Apenas superaba el metro y medio de estatura. La gente le echaba menos edad de la que verdaderamente tenía, debido a su cara angelical y fracciones juveniles. Aparentaba unos dieciséis años, debido a su extrema delgadez -consecuencia de su mortal enfermedad-, pero realmente era mayor de edad desde hacía un mes aproximadamente.

Julia se acomodó mejor entre todo aquél amasijo de sábanas y volvió a concentrarse en Daniel. El chico quedó impresionado por su forma de ser, tan abierta y alegre aún estando en las puertas de la muerte. Desde que se tropezaron en el pasillo del hospital, conectaron a la primera y desde entonces, se hicieron muy amigos.

Casi todos los días, sólo pensaba en salir de aquél triste lugar y regresar a su casa de campo, rodeada por la naturaleza. Daniel era lo único que la retenía allí, estaba enamorada de él, pero ni con esas todo aquella agonía era soportable.

Y una noche, en la que Julia estaba muy mal anímicamente por que su salud se estaba deteriorando demasiado rápido y ya no tenía ganas de vivir, Daniel le confesó que la amaba y también le contó su secreto.

Ella al principio no le creyó pero después de la demostración que el hombre le hizo, supo que decía la verdad. Esa misma noche, ató varios cabos sueltos en su cabecita y entendió muchas cosas que antes le parecían extrañas, pero que hasta entonces no le había dado mayor importancia.

Ahora que sabía la verdad, lo entendía todo.

Y el momento del rencuentro estaba cerca, esa misma madrugada, él vendría a por ella.

Con esos pensamientos, Julia cayó rendida en los brazos de Morfeo.

El sonido de una ventana abriéndose la sacó de su intranquilo sueño. No se alteró, no se asustó, sabía quién había venido a verla.

Con ojos soñolientos, miró cómo Daniel avanzaba hacía ella, con una gran y amplia sonrisa en los labios.

-Cielo, ha llegado el momento -le susurró mientras acariciaba su larga cabellera morena-, ¿estas segura que es esto lo que quieres?.

Ella estaba muy débil como para responderle, pero aún así, lo hizo con hilo de voz, apenas audible.

-Es la única solución que tengo si no quiero morir.

-Cierto, pero una vez que se haga, no se podrá invertir. Será para siempre -le avisó a la vez que se sentaba en el borde de la cama.

-Ya lo decidí en su día y lo sigo manteniendo -afirmó elocuentemente.

Él simplemente asintió con un movimiento de su rubia cabeza y luego, sin más miramientos, se agachó hacía su elegante cuello. Abrió la boca y clavó sus largos y afilados colmillos en su garganta, como si su piel fuera mantequilla.

Julia suspiró y se dejo llevar.

Sabía que esta era la única manera de ganarle a la muerte, siendo una criatura nocturna que viviría eternamente.

Una larga existencia acompañada de su salvador... de su amado vampiro.
FIN

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