Rina_ Sunshine: http://jirou-kuroi.blogspot.com/
Luna Sangrienta
-¿Hay algo más triste que un juguete sobre una tumba?- pensó J, ¿esa era su voz?. Tal vez, esa pregunta él la había leído en alguna parte. Rebuscó en su mente, más no por mucho tiempo, el sonido de los pasos de Katrina se hacían cada vez más inquietos y cercanos.
Se sentó en la tumba de al lado y tomó el trencito de juguete en sus frías manos. En ese instante, escuchó a su amiga tararear una canción de cuna, que no pudo reconocer.
-La caza de la luna tuvo éxito -dijo feliz. Él ya no la escuchaba.
Eran inicios del siglo XVIII, aún seguía siendo un novato. A pesar de que había matado a muchos licántropos, era considerado uno del escuadrón preparatorio. Nunca las ligas mayores. Recuerda haber descargado su frustración contra la pared de su alcoba subterránea. Unos pasos le avisaron de la presencia de Crush, el líder del escuadrón Némesis.
-Sigue así J -dijo mostrándole una sonrisa amplia-. Esta noche, será tu última prueba.
La emoción de la primera caza real, y no la típica en la que soltaban a un par de licántropos y los dejaban en el campo de batalla, sin siquiera un cuchillo para defenderse, tan solo se podía comparar al día en que te convertían. Esa regla era para todos, pero él la había roto. Como muchas, después de eso. Katrina había perdido sus facultades, sin duda.
La noche anterior, salieron, como de costumbre, a celebrar la victoria que hace mil años atrás habían obtenido contra los licántropos. La sangre humana, la que siempre estuvo prohibida, esa noche en especial era permitida, pero no convertir. Sólo beber. Él había bebido en muchas lunas como también la sangre de unos cuantos humanos. Cada ocasión se sentía más y más fuerte, pero luego, se arrepentía. Todos pensaban que él no requería la condición necesaria para ser un vampiro, hasta le decían en burla “colmillos de gominola”. Y cómo se rieron desde que pasaron por televisión esa ridícula serie de la chica caza vampiros. Hasta habían dejado su teléfono cuando supieron de las audiciones para el papel del vampiro principal.
Llevaba mil quinientos años convertido y aún temblaba recordando su transformación. Su amiga, Kat, era una de élite, y ella sola acostumbraba organizar las cazas más sangrientas que se recuerden. Todos la seguían como enfierecidos discípulos, preguntándose que sería lo siguiente que ella le daría a la comunidad.
Nos fuimos hacia el puerto. Unas cuantas personas deambulaban borrachas y cómo se sabe, los vampiros no consumen sangre con alcohol. Lemon, el rastreador, silbó sonoramente cuando encontró a una familia que viajaba en un coche.
Nos fuimos hacia el puerto. Unas cuantas personas deambulaban borrachas y cómo se sabe, los vampiros no consumen sangre con alcohol. Lemon, el rastreador, silbó sonoramente cuando encontró a una familia que viajaba en un coche.
Una señora ya adulta, una mujer, un hombre al volante y dormido en los brazos de su hermana mayor, un niño pequeño, de unos seis o siete años.
-Más allá, vi un bus repleto de personas -dije. Todos se echaron a reír-. Son muy pocos para que todos podamos beber cómo se debe.
-No vengas con excusas -murmuró Kleo-. Todos los años, das los mismos argumentos de defensa hacia los desvalidos, gominola.
Katrina ya había saltado enfrente de ellos y derribado el vehículo en cuestión de segundos. Llegó una pequeña multitud a la que Lemon y Crush persiguieron hacia la playa. Me quedé quieto, mientras ella sacaba al hombre moribundo y hundía sus colmillos en su hombro. La adolescente, llevando a su hermano aun en los brazos, intentó huir y Kat la afirmó con el brazo libre que tenía. Haciendo que, con esto, el pequeño se soltase de sus brazos.
Sentí al chico sollozando. Él se salvaría. La mujer había muerto. Kleo la sacó del coche, pues debía aprovechar la sangre fresca. Miró a la anciana con desprecio y mal disimulada maldad.
Luché, más mi instinto prevaleció. Tomé a la chica y bebí su sangre tibia hasta la saciedad. Temblando, la solté y se escuchó el sonido de su corazón al estallar. Me senté, intentando sacarme la sangre de mis comisuras, en un acto desesperado de redención inmediata.
Katrina se me perdió de vista. Tenía hambre, más de lo usual. Acarició la frente del niño dormido por la conmoción. Le susurró algo y ante mi sorpresa, le mordió. Incluso Kleo la observó por un instante. La aparté. Si lo había mordido, lo convertiría en uno de los nuestros.
-Ya despertará- anunció feliz ella, sacándome de mi trance.
La tierra comenzó a moverse, cómo una triste serenata cantada al vacio Tomé el trencito y lo encendí. Me perdí en su sonido, cómo si desease que todo el mal del mundo, el que haciamos, fuese sólo una pesadilla. Vi la nota que habían dejado sobre la tumba del pequeño, sin reparar en que ya había salido de la tierra “Aunque vivas en tinieblas, siempre necesitarás la luz”. No podía llorar, pero algo en él comprendió que prefería las gominolas sobre las armas afiladas.
FIN
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