"HUIDA"
Estaba harta de todo, quería huir, tenía que huir. No quería que mi vida fuera así, no quería ser lo que era. Lo único que realmente deseaba era tener una vida normal. Pero no lo era, sólo era una cosa, un simple engendro producto de un experimento. Mi padre era un científico loco, pero no era simplemente un científico, no, también era un vampiro dispuesto a todo. No tenía escrúpulos, era capaz de sacrificar a su propia hija, o sea yo, con tal de obtener algún descubrimiento científico que valiera la pena.
Por esa razón me encontraba en esta horrible situación. Mis reflejos se habían vuelto más rápidos y mi velocidad había aumentado, pero esto no se detenía, me estaba convirtiendo en algo que me asustaba, y no quería aceptarlo.
Caminé agazapada contra la pared. Un guardia vampiro estaba apostado el final del pasillo, era imposible pasar por ahí sin ser vista. Inspiré profundamente en silencio, me asaltó el olor antiséptico tan familiar, detestaba ese lugar. Las paredes eran de piedra gruesa pero estaban laminadas con metal, el piso era de cerámica gris, esto me beneficiaba ya que me ayudaba a deslizarme silenciosamente.
Pasé por detrás del guardia, y rogué porque funcionara lo que estaba a punto de hacer. Recorrí el pasillo con la mirada, por cualquier otra posible amenaza, antes de volver a fijar mi vista en el guardia. Era sencillo, tenía años de practica, y mi padre jamás imaginó que yo intentaría usarlo en su contra.
La mente del guardia era simple, era como un androide creado con el único propósito de vigilar el lugar, y matar, era una máquina de matar. Seguí los hilos de su mente, su mente era como una casa llena de cuartos, me concentré en ese pequeño cuarto destinado a sus pensamientos. Sus ordenes eran claras, vigilar todo el sector este, había otro dos centinelas en el lugar. Uno en la parte norte y otro en el sur del sector. Mi salida se encontraba en lado sur.
Esperé unos segundos a que el guardia empezara su recorrido hacia el norte, y me encaminé hacia al otro lado del pasillo sin hacer ningún ruido. Ser una rata de laboratorio tenía sus ventajas.
El centinela del lado sur, estaba concentrado en algo que no era su vigilancia. Estaba mirando atentamente a una ventana enorme de vidrio blindado. Me acerqué por detrás y posé mi mano en su cuello, le di una descarga eléctrica, el vampiro cayó pesadamente hacia mí. Estaba preparada por lo que lo atrapé y lo arrastré hacia un cuartito que había a un costado del pasillo. Lo desarmé y me quedé con las armas más livianas que podía llevar conmigo.
Miré hacia el cristal, y perdí el aliento al ver el desastre que se desataba ahí dentro. Una mujer parecía desquiciada, se movía veloz y letal, estaba asesinando otros vampiros sin dudar, sin pestañar. El cuarto era un baño de sangre. Apreté instintivamente mi cabeza, alejándome de la violencia y el dolor. Ero otro entrenamiento, la mujer debía ser otro experimento de mi padre. El asco y las nauseas me aturdieron por un momento. Habían más como yo. Mi padre tenía más gente a la cual investigaba.
Un ruido de pasos me alertó que alguien se acercaba. Tenía que salir cuanto antes, los guardias podían aparecer en cualquier momento. Caminé hacia la salida con precaución, tratando de camuflarme para no ser vista por las cámaras. La salida estaba despajada, hacía semanas que había planeado mi huida, me había estudiado los tiempos, los cambios de guardia y todas las salidas. La salida del sector este era la menos vigilada, estaba más lejos de mis habitaciones. Pero no fue ningún problema llegar hasta ahí.
Una vez fuera del complejo, empecé a correr, era un ladera empinada. Llevaba hacia un pueblito. Detecté las cámaras y las inhabilité. No tenía tiempo para la logística en ese momento, tenía que huir.
Las calles estaban desiertas y muy oscuras. Me llamó la atención un edificio que tenía la música fuerte, era un bar, el cartel rezaba "Purgatorio". Decidí entrar ahí, estaba desesperada nunca había estado en la calle, de hecho había pasado mis 18 años dentro del laboratorio. Por lo que consideré que me sería más cómodo estar en un lugar cerrado. Me equivoqué.
El lugar apestaba y el calor concentrado lo aumentaba. Crucé la habitación sin dejar de mirar a mi alrededor, buscando posibles salidas. Me acurruqué en un rincón apartado, estaba cerca de la salida de emergencia. Apoyé mis brazos en la mesita y me incliné para que mi pelo formara una cortina que cubriera mi rostro. Traté de no cruzar la mirada con nadie y pasar desapercibida, llevaba una sudadera con capucha y unos jeans negros. Nada llamativo, simplemente una chica común y corriente, podía decirse que era normal. Miré a mi alrededor, sí, de hecho parecía mucho más normal a comparación de otros, por lo menos vestía de negro, que parecía ser la regla del bar.
La puerta del bar se abrió de par en par y una mujer entró con paso regio, vestía un strapless, este se apretaba a su cuerpo como un guante, y le llagaba a mitad de muslo, sus piernas eran increíblemente largas. Miró alrededor buscando, más bien rastreando a alguien, al localizar su objetivo se acercó con paso gatuno hacia un vampiro que estaba apoyado contra la barra, aparentaba unos veinticinco años, y era muy alto. Se veía muy serio, pero sonrió levemente cuando la mujer se le acercó. Ella acarició suavemente su brazo y se inclinó para decirle algo al oído. El joven rió y yo respingué, su risa llegó hasta mí desde el otro lado del bar, ésta no había sido tan fuerte, pero lo escuché claramente, como si se hubiese reído en mi oído. Sonaba ronca y sensual. La atracción fue inmediata.
El vampiro levantó la mirada y recorrió el bar hasta fijar sus ojos en mí, llegué a ver una nota de reconocimiento en sus ojos. Se levantó y sin dejar de mirarme empezó a caminar hacia mí, ignorando a la mujer que estaba a su lado.
No podía dejar de mirarlo, pero todos mis instintos se activaron al escuchar el nombre de mi padre, dos hombre estaban hablando sobre él. Miré a mi alrededor y los vi. Según ellos había inventado una vitamina llamada “Hemotofina” que los hacía más fuertes, ambos tenían un tubito pequeño en la mano, en su interior traía un espeso líquido rojo. Debía ser adictiva a juzgar por la desesperación con la que se lo tomaban. Era asqueroso.
Volví a mirar al vampiro que se me acercaba, pero otro vampiro que estaba detrás de él llamó mi atención, se había subido a la barra, todo el mundo guardó silencio. La música se detuvo repentinamente cuando él habló con voz clara y potente.
— Anthony Carson —me tensé al oír el nombre de mi padre—, quiere que les comunique que no nos proporcionará más Hemotofina, a menos que le devolvamos viva a su hija desaparecida, Abigail Carson —me tensé si eso era una droga, los vampiros harían cola para entregarme—. Aquí hay fotos de ella.
En efecto era yo, la foto era reciente. Tenía el pelo lacio, largo hasta la cintura de color castaño claro, y mis ojos eran plateados como los de todo los vampiros. Medía exactamente 173cm. Mi padre me hacía un examen rutinario todos los días donde verificaba mi altura, peso, temperatura corporal, resistencia, y un test de inteligencia. También era delgada, mi dieta era rigurosa. Nunca había bebido sangre, aún, pero mi padre me alimentaba con comida humana sana.
Me levanté como si nada mientras todos empezaban a discutir por la nueva noticia. Cubrí mi cabeza con el gorro de la sudadera, y caminé hacia la salida con paso decidido, una vez afuera corrí calle abajo sin mirar atrás. No me podía estar pasando esto, me iban a capturar y entregar en cualquier momento. Iba tan concentrada en mi desgracia que no noté que alguien se interponía en mi camino, caí de una forma muy poco elegante, debo agregar. Levanté la vista furiosa, por supuesto, tenía que ser un vampiro. Sus ojos me observaron con un brillo calculador. Era el joven del bar.
— Abigail —dijo con una preciosa voz de barítono, había una nota de reconocimiento en su voz.
Me miraba de forma extraña, no podía leer su expresión, había pasado mucho tiempo encerrada, lejos de la civilización, como para poder comprender alguna expresión.
El vampiro inclinó la cabeza y me tendió la mano. Me levante de inmediato sin ayuda y le dediqué un mirada furibunda. No iba a entregarme sin luchar, era consciente de que no habría diferencia si luchara o no, el “joven” debía tener unos cuantos siglos más que yo, tenía las de perder. Me tensé al sentir que no estábamos solos, había uno más detrás de mí.
— Así que la encontraste, muy bien, Ryan, eso ha sido rápido —dijo una voz de hombre—. Anthony estará encantado con nosotros.
Un brazo rodeó mi cintura haciendo que mi espalda presionara contra un fornido pecho, el vampiro que me sostenía hundió su rostro en mi cuello y aspiró ruidosamente.
— Huele mejor que la Hemotofina —pude sentir la sonrisa en su voz—. ¿Acaso hemos encontrado la fuente mágica del doctor Carson?
Miré al joven que todavía me observaba de forma calculadora. Era evidente que no iba a obtener ninguna ayuda por ahí. Traté de refrenar mi pulso, y pensar en las probabilidades que tenía de huir… eran escasas. Mi pulso volvió a acelerarse al sentir que la mano del vampiro empezaba a recorrer indecentemente mi cuerpo. Esto estaba empeorando por momentos.
— Eres preciosa, no creo que Anthony haya dicho nada de devolverla intacta, ¿verdad? —murmuró mientras tocaba mi pecho.
Lo siguiente que pasó fue demasiado rápido, sólo fui consciente de estar rodeada por otros brazos totalmente distintos. Tenía el rostro hundido en el cuello del vampiro, y podía sentir el cuerpo de él estremecerse de rabia.
— No vuelvas a tocarla. —habló claramente, su voz no mostraba rastros de furia u otra cosa, simplemente dictaba una orden.
El vampiro hizo otro movimiento rápido, y se encaró a mi agresor. Me sostenía apretada con un solo brazo a su espalda. Podía sentir la tensión en su cuerpo, se erguía protectoramente delante de mí. Su contacto fue como un shock para mí. Sentía algo extraño estando tan cerca de él, mi corazón seguía latiendo con fuerza, pero esta vez no era miedo, era algo totalmente distinto.
— Agradezco tu ayuda, Joe —murmuró todavía con voz tranquila—, pero ya no te necesito.
Me soltó para saltar hacia el vampiro llamado Joe. Vi horrorizada como tomaba la cabeza de él, y se la arrancaba con un brusco movimiento. La violencia me golpeó con fuerza. Mi propia cabeza estalló en pequeños dolores punzantes que en su conjunto formaban un intenso dolor que me taladraba completamente. Caí de rodillas y presioné mis sienes con fuerza para aliviar el dolor. Empecé convulsionarme producto de las arcadas que me sobrevinieron repentinamente.
Una parte de mí era consciente de que los brazos del vampiro me rodeaban otra vez, con fuerza. Una caricia suave recorría mi espalda. Me calmé casi en el acto. Estaba sorprendida, los ataques que me producían la violencia nunca se detenían tan rápido, tardaba horas en recuperarme, a veces días. Mi padre se ponía furioso cuando esto sucedía, porque sabía que me volvia completamente inútil. Por lo que me torturaba continuamente con situaciones violentas que creaba exclusivamente para mí.
Levanté la cabeza y miré al joven que me tenía abrazada posesivamente a él. Trabé mis ojos con los suyos. Estos eran de color plateado, hermosos. Había algo diferente en él. No era como los vampiros que había visto en el bar, ellos eran brutales, sádicos, desquiciados. Pero él... no lo parecía.
El vampiro acarició suavemente mi rostro, fue un contacto leve, solo un roce, pero fue impactante, un golpe a mis sentidos.
— Abigail, lo siento —murmuró, sin dejar de acariciarme—. Lo olvidé, no quise hacerte daño.
— ¿Quién eres? —estaba desconcertada ante su familiaridad.
— ¿No te acuerdas de mí? —él me miró con ternura—. No te preocupes, amor, conmigo estás segura. No te entregaré. Yo cuidaré de ti.
Yo cuidaré de ti.
Recordaba muy bien esa frase, esa voz. Las imágenes se agolparon en mi mente. Un niño y una niña acurrucados en la oscuridad. El niño abrazaba protectoramente a la niña, parecía estar dispuesto a todo por ella. Una nueva imagen se abrió paso en mi cerebro, la niña estaba sentada abrazada a sus piernas, no paraba de temblar y sangraba por la nariz. El niño intentaba curarla con una gasa, a la vez que limpiaba las lágrimas que caían de los ojos de la niña.
— Cálmate, Abby, por favor. No te preocupes, yo cuidaré de ti.
Las imágenes seguían llegando, esos niños crecían convirtiéndose en adolescentes, cambiando físicamente pero no así, la actitud protectora del joven hacia la chica, que parecía cada vez más intensa.
— Ryan —murmuré.
Él sonrió lentamente.
— Sí, amor, me recordaste. —parecía un poco sorprendido, pero se podía ver que estaba feliz—. Carlson juró que iba hacer que te olvidaras de mí, creí que lo había logrado.
— Lo hizo, pero recordé te recuerdo. Pero... desapareciste —hice una mueca al notar la leve acusación en mi voz.
Ryan pereció angustiado.
— Lo sé, lo siento, no quería abandonarte. Pero él me iba a matar, Abby, y tuve que escapar. —sonrió con tristeza—. He intentado acercarme al complejo para recuperarte, pero no tuve mucho éxito. ¿Cómo escapaste?
Hice una mueca.
— Fue difícil, lo planeé por semanas. Hay más como nosotros ahí adentro, Ryan. Tenemos que hacer algo.
— No te preocupes, Abby, haremos lo que podamos, pero primero debo ponerte a salvo a ti.
No pude resistirme más, me arrojé a su pecho y lo abracé con fuerza.
— Ryan, te extrañé, no te recordaba, pero igual te extrañaba. Sentía que me faltaba algo.
Su pecho vibró con su risa. Acarició mi espalda, y luego tomó mi rostro en sus manos.
— Yo también te extrañé, cariño, y lo que es peor me acordaba muy bien de ti, no había forma de olvidarte. Jamás voy a olvidarte.
Atrapó mis labios con los suyos, acunó mi nuca con su mano. Su sabor era exquisito, dulce y adictivo. Nos besamos por unos minutos que me parecieron eternos. Mi cuerpo reaccionaba a sus besos y caricias. Me apreté más a él para sentirlo en cada parte de mí.
Unas voces nos hicieron volver a la realidad bruscamente. Nos separamos, y yo automáticamente me subí la capucha de la sudadera para ocultar mi rostro. Ryan apoyó su brazo en mi hombro.
— Vamos, Abby, ya tendremos tiempo para esto. Primero debo ponerte a salvo.
Acarició mi rostro y depositó otro suave beso en mis labios. Me dejé llevar por Ryan, segura de que él cuidaría de mí. Estaba segura de que enfrentaríamos un montón de problemas, mi padre no se iba a quedar con los brazos cruzados, mucho menos si yo era su fuente de Hemotofina. Pero con Ryan a mi lado sabía que podía enfrentarlo.
:O me gustó bastante! y empieza realmente bien *-* excelente excelente :) la verdad es que se nota que cuando dicen "me gusta escribir" es cierto.
ResponderEliminarSaludos.