"Segundas Oportunidades"
Los humanos eran especialmente estúpidos, enterraban a sus muertos con el deseo de que tengan una nueva vida; él había estado allí y, lamentablemente, ahí no había nada.
Resultaba curioso ver cuánta gente había acudido al funeral de su hermano, a él siempre le había gustado relacionarse con humanos. Eran alimento y no “amigos”; un funeral por todo lo alto, como todo lo que hacía; era más ostentoso que práctico. Tubo que aguantar una avalancha de personas que querían tocarle -incomprensiblemente- la mano y darle sus más sentidos pésames.
Le hubiera gustado que la gente no adivinara que era el hermano, pero era difícil teniendo en cuenta de que eran gemelos. Tres horas, con sus ciento ochenta minutos correspondientes aguantó que la gente le diera el pésame y hablara bien de su hermano.
Cuando, al fin, la ceremonia acabó y fue a irse, algo le detuvo. Llegó una mujer de largos cabellos rubios y ondulados, iba vestida completamente de negro y llevaba unas gafas de sol. Caminó hasta la lápida de su hermano y dejó sobre ella una azucena.
-Voy a extrañarte.- la voz de la mujer era dulce y sensual, con un toque exótico. Él no pudo evitarlo y se acercó a ella, cuando estaba cerca comprobó que estaba llorando.
-¿Por qué lloras?- le preguntó. Sus ojos color caoba lo miraron, haciendo vibrar todo su interior, era una mujer muy hermosa.
-Tú debes ser Laurent.- le dijo la joven: -Encantada, siento lo de Devis. Antes de poder decirle algo la joven se dio la vuelta y caminó alejándose de él. No supo reaccionar y la dejó marchar, sin pensar en nada.
La siguió sin que ella lo notara, llegó a las afueras de la ciudad y la vio entrar en una pequeña casa de paredes amarillas. Caminó con sigilo y entró en el interior de la casa, era pequeña y rústica, con un toque de dulzura. Caminó por un largo pasillo plagado de fotos de la joven. Al llegar al comedor se la encontró llorando acurrucada en el sofá. Él no debía sentirse mal por ello, no era un vampiro corriente, dentro de él poseía un demonio, que se alimentaba del dolor ajeno. Era un vampiro y a la vez era el que hacía que todo el mundo sufriera, era la verdad de su existencia.
Su hermano era la luz, él la oscuridad, juntos mantenían el equilibrio del mundo; ahora la oscuridad estaba a su merced. No debía sentirse mal por ella, él se fortalecía con el dolor y el sufrimiento de los demás; pero a pesar de eso, verla en aquel estado removía algo en su interior parecido a la culpa.
Caminó hasta ella y se arrodilló a su lado, acarició sus hombros y dejó que a él entrara la energía de su sufrimiento, embriagándolo hasta lo más profundo de su ser.
-¿Por qué tanto dolor?- le susurró al oído de la joven:- Yo puedo mitigar el dolor. ¿Aceptas? Ella asintió y él lo tomó como una invitación sin palabras, mordió su cuello y se alimentó de ella.
Aquella noche ninguno fue dueño de sus actos y cuerpos, se entregaron a los placeres de las caricias de cada uno sin pedir explicaciones ni nada a cambio.
* * *
La noche siguiente Laurent sabía que no debía, pero se sentía sumamente atraído por la humana. Fue a verla pero cuando entró en su casa, una imagen atroz asaltó sus sentidos.
Ella estaba en el suelo totalmente desgarrada, habían señales de pelea y de ataques. Se arrodilló ante ella y comprobó que su cuerpo estaba siendo desgarrado. La habían matado como si se tratase de un objeto sin sentido.
Era dulzura y cariño y la habían asesinado como si no valiera nada. Abrazó a la mujer que yacía sin vida y por primera vez en toda su larga y efímera existencia, los sentimientos de los que se alimentaba, hicieron mella en él. Dolor, desesperación, impotencia, rabia, sufrimiento; todos ellos lo torturaron hasta lo más profundo de su ser, destrozando todo a su paso.
Él había creado todos esos sentimientos, él era el causante de todo aquello y ahora todo se había vuelto contra él. Ella gritaba en su cabeza, suplicaba que no le hicieran daño; notó el dolor y el terror que había sentido. Cómo había llorado y llamado su nombre para que la ayudara. Perro infame, él no había estado cuando ella lo necesitaba.
-Sabía que Melisya te haría cambiar.- la voz de su hermano resonó tras él.
Laurent se giró y encontró una imagen fantasmal y opaca de Devis.
-Ella es única Laurent, algo que no muchos vampiros tenemos ocasión de conocer: un ángel. Quería presentártela y hacer cambiar tu forma de ser, causas dolor y tormento allá donde vas.
Laurent gritó mientras mantenía a la joven entre sus brazos deseando que la vida tornara a su cuerpo por arte de magia, como si todo aquello hubiera sido una pesadilla. Vio desaparecer a Devis en un manto blanco de luz y en el momento que desapareció miles de voces asaltaron su cabeza.
El tormento de todas las personas que desde su nacimiento habían sentido los sentimientos que él infundía. Él había sido una persona con una alma tan negra que no tenía salvación alguna, jamás se había cuestionado sus actos, él había nacido para eso, para sembrar oscuridad.
Ahora la oscuridad se había tornado sobre él embolviéndolo y no dejándole respirar. Él no quería que por la falta de su hermano el mundo cayera en aquellos sentimientos, Devis mantenía la estabilidad entre bien y mal. Puso a Melisya sobre el sofá con suma suavidad como si durmiera, aunque sabía que el sueño era uno del que no despertaría.
De la cocina sacó un cuchillo y se miró al espejo que había en el comedor. Él era Laurent, dios de la maldad. Vampiro y ser oscuro.
El frío metal entró en su cuerpo con demasiada facilidad, como si lo estuviera esperando. Si Devis estaba muerto para que el mundo siguiera estable debía también desaparecer él. Ambos vinieron juntos, ambos se irían. Aunque no era sólo por Devis por lo que lo hacía, sino por Melisya, ella había dado luz donde todo era oscuridad y no se había quedado con ella; no la había protegido por miedo.
Jamás huiría.
-Bienvenido Laurent.- la voz de Devis le confirmó la muerte aunque no esperaba más allá de su efímera existencia. -Las segundas oportunidades existen, puedes enmendar tu error. Durante siglos has causado dolor y sufrimiento, tu deber será cambiar eso.-
Devis le mostró que ahora ya no era un vampiro, sino que había sido dotado con dos alas blancas gigantescas. Había nacido como un ser diferente.
-Necesitarás un tutor para ésto.- tras esas palabras ante Laurent se materializó Melisya.
-¿Preparado?- le sonrió ella.
Laurent besó los dulces labios color carmesí que tenía ante él y contestó:
-Siempre lo estuve. Te esperé hasta cuando no te conocía; siempre supe que iluminarías mi camino.
FIN
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